CONTENIDO

Portada
I - Orígenes y fundación
II - Pasajes históricos del siglo XIX
III - 1887 - El año terrible de los compontes
IV - 1898 - La Guerra Hispanoamericana
V - Educación antes de 1898

APENDICES

Pizarra de Mensajes - Adjuntas y los adjunteños
Galería Fotográfica
Himno, bandera y escudo
Lista de alcaldes
Especies en peligro de extinción
Enlaces - Adjuntas en el Internet
Mapas históricos

III - 1887 - El año terrible de los compontes

El 1887 fue un trágico año en la historia de Puerto Rico. Fue bautizado como el "Año Terrible" por muchos historiadores. En Adjuntas, más que en otros pueblos, se sintió la ofensiva violenta inicial contra todo lo que para el gobierno del general Romualdo Palacio significara oposición a la administración gubernamental.

El periodista, historiador y defensor de la emancipación, Francisco Mariano Quiñones, en sus "Apuntes para la historia de Puerto Rico" (1888), dejó impreso para la posteridad lo ocurrido en Adjuntas.

"Lo sucedido en Adjuntas, dejando aquello que por decencia debe quedar fuera de la historia, ocurre el primer caso de grande y fiera violencia, ocurrida al ras en lo más sagrado del domicilio contra hombres y mujeres, en el acto de aparentar que se iba ya con más indicios sobre descubrimientos de cómo conspiraba contra la patria. La farsa había empezado con el ridículo estribillo de siempre; pero aquel Alcalde que en ella figuraba, y aquellos voluntarios, y aquellos guardias, daban ya el corte de los que pronto iban a aparecer en el drama más vasto a costa de los desventurados hijos de Puerto Rico, entregados por el General Palacio al odio implacable del incondicionalismo. Por ser el primer "componte" ejercido en gran escala en la pacífica e indefensa provincia, transcribo aquí y a continuación entrego el relato del hecho tal cual apareció en las columnas de "La Revista" en los días 21 y 22 del mes de junio del año para nosotros funesto de 1887."

Por su interés histórico, reproducimos a continuación los artículos que sobre los compontes fueron publicados por Quiñones en "La Revista".

"Lo de Adjuntas - I

Ofrecimos dar cuenta en estas columnas de los atropellos cometidos en Adjuntas y de los cuales tiene conocimiento el Juzgado de 1ra. Instancia, ya vamos a cumplir nuestro compromiso.

Los autores de tales atropellos, según han declarado las víctimas que lo experimentaron, han sido los voluntarios, la Guardia Civil, la de Orden Público y el Alcalde.

Primero una "ranchada" tenida por la compañía de voluntarios en la casa del señor Caballero, luego una cuestión personal entre un dependiente de la casa del señor Maldonado y un voluntario han dado origen de que allí, los llamados a respetar y hacer que las leyes se cumplan, los que deben conservar el orden inalterable, sin permitir que por nadie se cometan abusos ni menos cometerlos ellos mismos con extralimitaciones de facultades que aperjan gran responsabilidad, hallan sido los verdaderos promovedores de los sucesos que vamos a relatar, oídos de los mismos labios de los vecinos Pelegrín Desalden, Carlos Luciano y Nicomedes Clar, que han sido víctimas de los atropellos.

Al volver de la estancia del señor Caballero la compañía de voluntarios para dirigirse a la población y al pasar por enfrente de la casa del señor Callejo, parace que un cabo de aquella, cuyo nombre es Lorenzo Escandón, que es a la vez Juez Municipal de Adjuntas, oyó exclamar a un compañero suyo que: "en Adjuntas no había vergüenza."

Quiso enterarse el tal cabo de la causa porque había emitido el expresado concepto su correligionario y tomó luego a la casa del señor Callejo, donde averiguó que un hermano político de éste, un tal Antonio Gracia, por motivo de haber sido atropellado por aquél, llamado Faustino Morales, le había dado un bastonazo.

Montado en cólera el cabo se dió a buscar a Gracia, y no hallándolo enseguida en la casa del señor Callejo, practicó un minucioso registro en esta por todas partes, hasta en la alcoba de la esposa del señor Callejo, sin lograr su objeto.

Después de haber llegado al pueblo la compañía de voluntarios y concluída la formación, uno de estos bravos que se hallaba en la tienda del señor Maldonado, provocó una disputa con el dependiente y los oficiales cos sus espadas, tomando de esta manera cuerpo el escándalo.

El Alcalde ordenó a los curiosos que presenciaban el suceso de que se retirasen de la tienda; todos estos vecinos pacíficos, incapaces de alterar el orden por ningún concepto, no rezando, por supuesto, su determinación con los voluntarios.

Un tal Pelegrín Desalden, que no se retiró tan aprisa como quería el Alcalde, fue objeto de empujones y violencias, al extremo de que este infeliz le observase a dicha autoridad que él estaba dispuesto a retirarse, y que no consideraba justo que se le atropellase en la forma en que lo hacía.

La cólera del Alcalde llegó entonces a su colmo. Dióle de bastonazos en la cara, estropeándole los labios; los voluntarios le descargaron unos cuantos culatazos, y golpes en la boca con los fusiles, llevándole a la cárcel, como también a los vecinos señores Andrés C. Vargas, Dr. Reyes Ortiz, Francisco Medina, Ramón Mercado, Severo Rosario, José María Vázquez, Juan Rodríguez, José María Quiñones, José Elena Rosado, Juan Cordovez y Víctor Pérez.

El Desalden en la cárcel fue rodeado de fusiles y bayonetas por la Guardia Civil,el Orden Público y voluntarios, como si se dispusieran a fusilarlo, todo esto con objeto de amedrentar el pobre detenido para que hiciera revelaciones , y mostrar el poder con que estaban investidos tales agentes de la autoridad.

El Alcalde era el jefe que presidía tal hazaña.

Antes de haber conducido a la cárcel al Desalden, con motivo de no haberlo hallado en su casa, prendieron a su esposa y la trajeron a la cárcel, quien al ver el aparato de fuerza y las violencias con que trataban a su marido, dió voces temiendo por la vida de éste, recibiendo el consuelo de un empellón que le dió el sargento Aparicio, empellón que le hizo rodar por el suelo con su hija de pocos meses que llevaba en brazos, y la que al caer, sufrió una herida en la frente.

El médico titular señor Caballero, reconoció los golpes que le habían sido inferidos al Desalden, según este aclara.

Ahora vienen otros hechos, independientes, de los que dejamos expuestos, también de mucha gravedad y de los que nos ocuparemos mañana."

"Lo de Adjuntas - II

He aquí otros hechos en este pueblo, que parece que se halla bajo el poder de aquel terrible consejo de la República de Venecia.

El vecino Laureano Sobá, que se hallaba en esta ciudad (Ponce), envió a Adjuntas a su peón Nicomedes Clar, en busca de algunos documentos que debía presentar a su abogado. Llegó a la casa de su principal por la tarde, y como a las 10 o las 11 de la noche tocaron a la puerta de dicha casa el Juez Municipal, el Alcalde, el Sargento de Guardia Civil y dos parejas de este mismo cuerpo, Guardias de Orden Público y Don José Aparicio, Capitán de Voluntarios, Don Jaime Seguí, cabo 2do. y soldado Luciano Rodríguez. Franqueada que les fue la entrada a toda la gente, penetraron en la casa, ordenando el Alcalde que fuese conducido a la cárcel el Clar, así como otros individuos que se hallaban entregados al reposo.

Pocos momentos después, volvieron con Clar a la casa del señor Sobá, y le exigieron a su señor, por medio de amenazas, que le entregase los documentos y cartas y llaves de los baúles para practicar el registro. Negóse la señora a obedecer semejante orden, y entonces le ataron las manos con esposas, abriendo con las llaves que portaban papeles, ajenos en absoluto a todo asunto político.

Después de esto dejaron libres los miembros de la inicuamente esposada, conduciendo de nuevo a Clar a la cárcel.

Transcurrieron pocos instantes de haberse verificado esta escena inquisitorial, una pareja de la Guardia se presentó en la cárcel sacando de ella a Clar y conduciéndole a una lugar denominado "La Playa".

Allí le ordenaron que hiciese alto y que se retirara a cierta distancia, vuelto de espaldas, simulando que le iban a fusilar, si bien prometiéndole que le perdonarían la vida si revelaba lo que paraba en casa de Sobá, quienes eran los que estaban dispuestos a promover la revolución y dónde estaban ocultas las armas.

La pobre víctima de todo este aparato de fuerza, de este simulacro de fusilamiento, ignorante de cuanto se trataba de inquirir de él, firme de protestar de su inocencia y en continuar negándose a hacer las falsas revelaciones que le exigían, fue objeto entonces de despiadado castigo, en cuyo cuerpo, todo lleno de contusiones hemos tenido ocasión de ver, huellas indesmentibles del "componte", que le fue aplicado, sistema bárbaro y propio de inquisición, del que más de una vez se ha ocupado la prensa de la Península, de Cuba y de esta Isla.

Luego de haber experimentado ese infeliz tales torturas y vejaciones, que parece mentira que se cometan en ningún país civilizado donde exista la administración de justicia, fue llevado por toda la población, siempre al compás de los golpes que le aplicaban, semejando una escena de las frecuentes que se observan en el imperio de Marruecos.

Vista, al fin, la inutilidad de estos rigores, que nuestras leyes condenan en lo absoluto, aún ejercidos con los criminales , fue puesto en libertad, viniendo a todo correr a Ponce con el propósito, que ha cumplido, de poner en conocimiento del Juzgado el atropello de que fue víctima.

Casi igual, idéntico aparato de muerte, las mismas averiguaciones sobre motines y conspiración, y semejante castigo le fueron aplicadas el vecino Carlos Luciano, quien así lo ha declarado ente el Juez.

Cuanto dejamos expuesto, se nos ha comunicado personalmente por los interesados, apresurándonos nosotros a ser ecos fieles de sus quejas, que obran en conocimiento del Tribunal competente.

Y conste que nos proponemos que estos asuntos tengan debida resoancia en la Representación nacional, porque allí debe conocerse lo que ocurre en esta tierra pacífica, digna de ser mejor tratada por su acendrado españolismo."

No sabemos el destino final de estas víctimas de la crueldad de las autoridades. Ciudadanos de Ponce, Juana Díaz, Yauco, Guayanilla, San Germán, Sabana Grande, Mayaguez, Lajas y otros pueblos, sufrieron en carne propia la violencia institucional que bajo la administración del General Palacio, llegó a llamarse "componte".